La ardua lucha que inicié hace ya 8 años... No tiene ningún misterio. Teniendo muy clara cual es la meta (un diagnóstico definiivo y un posterior tratamiento), se trata de buscar caminos que lleven a esa meta y, cuando un camino se derrumba, hay que buscar otro y otro y otro... A veces, no es sencillo. No recibes ayuda y las ideas comienzan a agotarse. Parece que la meta está cada vez más lejos y las ganas de arrojar la toalla y desistir son cada vez más fuertes... Sin embargo, si hiciera eso, habría perdido infructuosamente 8 años de mi vida. De nada vale lamentarse por lo pasado, tratar de comprender la desidia del sistema o preguntarse por que quien tiene los medios para ayudarme, no lo hace. No sirve de nada mirar atrás. En esta lucha solo importa lo que ocurre desde este instante hacia adelante. Solo adelante.
Ya pocas cosas me sorprenden, porque me espero casi todo de todo el mundo y, antes de dar un paso, por lo general, tengo varios pasos alternativos.
Las medicaciones para el dolor (opiaceos, antidepresivos tricíclicos... etc) no me resultan efectivas. Los efectos secundarios que me provocan son incluso peores que el propio dolor. Por ésta razón, mi neuróloga decidió enviarme, como una segunda opinion, al Dr. Montero i Homs. Es Neurológo y neurofisiólogo, director del Dpto. de Neurología del Hospital de Bellvitge y conocido a nivel nacional por su especialidad en tratamiento del dolor.
Para mi, viajar, es una ardua tarea. El cansancio, el dolor, las contracturas, la falta de fuerza... Provocan que cruzar un aeropuerto sea comparable a un dia de senderismo en el monte (para mi desgracia, ya que viajar es una de mis mayores aficiones). Tuve que pedir asistencia en los aeropuertos. El viaje en tren, por ser demasiado largo, ni me lo podía plantear. Alquilé un apartamento en Barcelona. Tuve que irme un día antes y volverme un día después por la necesidad de descansar y reponerme (Algo que la seguridad social solo cubre una ínfima parte, ya que el gasto sanitario en epocas de crisis es una de las primeras cosas que se recorta, aunque no interese darle publicidad por motivos estrictamente políticos).
Por fin llegó el día y la hora de mi cita médica en el Hospital de Bellvitge.
La primera sorpresa que recibí fue que el médico al que me habían asignado, no estaba y, en su lugar, me atendio la Dra. M. Monserrat Olive.
Comencé a perder cualquier esperanza sobre aquella consulta, al comprobar que esta doctora estaba más preocupada de un error del programa SAP que de mi presencia. Así que mientras ella discutía con un técnico, en catalán, sobre lo que podía ser y no... Yo me dedicaba a contar las baldosas del suelo. Aquello duró 15 minutos, hasta que por fin pudo prestarme un mínimo de atención.
Después de un reconocimiento neurológico de lo más normalito. De mirar por encima el informe médico que apotaba, de no hacerme casi ninguna pregunta, de trazar el tipico prejuicio que llevo soportando desde que inicié la búsqueda... Después de, tan solo, quince minutos de consulta... Dijo: "Yo no puedo ayudarte". Y se quedó tan ancha la mujer. Ella seguro que por las noches duerme a pierna suelta, y sabe que, después de atender ganado durante un mes (porque eso no es ser médico, si no veterinario), va a cobrar su abultada nómina, esté yo como esté y sus diagnósticos o ayudas, no van a influir en éste complejo de administrativo funcionario que tiene gran parte del sector médico.
Y así me volví a mi casa con un signo de interrogación dibujado en la cara, habiéndome gastado un dinero que no debería de haberme gastado (por aquello de sanidad gratuita que se supone que tenemos) y sabiendo que es un nuevo camino que se cierra. Pero no voy a cesar en mi empeño... Estuve apunto, pero no lo haré. Aun me quedan caminos por explorar.
Y, desde estas humildes líneas, quiero agradecer la ayuda que me está brindando en Instituto Carlos III (Investigación de Enfermedades Raras), porque sin ellos no hubiera conseguido llegar tan lejos.